domingo, 6 de julio de 2014

segundo movimiento de sonata



 
II. Larghetto


MIENTRAS DUERMES
SE TRASPASA
(Canción de amor en forma de lied ternario,
dejada como una nota sobre la almohada)


Con espressione e semplice.
Ahora lo sé, como lo supe de niño:
no se puede crear sin destruir, y esto es amor,
todo parte de la misma materia.

Anoche cedí al cansancio,
y apenas un rincón de corazón
dejé que saliera a devorarte:
Sólo los juegos sucios
hacen ya ese efecto.
Ni siquiera las drogas.

Melocotones frescos y restos de ira
te traigo para desayunar.
Me siento en la cama.
Aún descansas.
Fumo.
Te beso.
The Miles Davis Quintet
Prestige 7129
Te escucho dormir.
Es verano y una vida por delante.

El día que salgas corriendo
sólo quedará una pregunta,
esperando en mi nombre:
¿cuánto has de tardar en volver?

Amor más allá de la muerte,
a ti te hablo,
esta es tu belleza.

Se traspasa.
Razón aquí.

Esperando en mi nombre
sólo una pregunta quedará.
Si tardas en despertar (yo/ya) me habré ido.
Sin ira, no miraré atrás.

Repito.
Ahora lo sé, como lo supe de niño:
no se puede gustar sin transformar, y esto es amor,
no todo acaba en un poema.

Silente
Ahora lo sé, todo vuelve.
Decir soy mortal, no tengo tiempo, es decir
que sólo tengo tiempo.
Ahora lo sé, todo vuelve.
Calando
Que solo, tengo tiempo.
Ahora lo sé, todo vuelve.
Que nada más que tiempo.
Ahora lo sé, todo vuelve.
Para ti.

Attacca subito

domingo, 22 de junio de 2014

Verano (I)


En un lugar de La Mancha, cuyo nombre espero no olvidar jamás, hace no mucho tiempo que vivía, (hacia principios de los años 90), un  adolescente hidalgo que se pasaba las noches de verano en vela, cuando no tenía dinero para salir, escuchando el mismo disco una vez tras otra; una noche tras otra. Fumaba, aún a escondidas, por la ventana que había junto a su cama. Todo estaba oscuro, con la sola luz de la luna, y en el silencio entre canción y canción venía flotando por el aire como en contrapunto, el sonido fundido de pueblo y campo. A lo lejos la carretera, el rumor de una fiesta injusta, los grillos y las chicharras entre hierbajos. Los cascos bien hundidos hasta el tímpano y el volumen a tope en el walkman. Se agradecían como la salvación las pequeñas ráfagas de aire que a veces entraban por la ventana. El resto era un calor que ni siquiera soñaba con el aire acondicionado. Era el verano y el adolescente no dejaba de pensar en ella y en la potente y viril melancolía del sonido de aquel cantante y aquel grupo. Nada de belleza innecesaria. Era el amor, era la música, era la vida. Podía sentir la potencia de vivir. Era el verano. El gran temible hermoso verano.

Hoy sigue en La Mancha ese ya también no lugar, otro de tantos, cuyo nombre aún recuerdo, y cuya presencia augusta y reconocible no ha dejado de emerger, reticente a los adjetivos,  desde las entrañas de la piedra y de la tierra y del fondo escondido del agua. Hay piscinas en las terrazas. Eso es nuevo. Sentados en su borde, refrescándonos los pies, alcanzamos a ver sin ira ni repugnancia, la improbable convivencia de tejados y bloques de edificios. El oido se anestesia a voluntad. Así, todo viene a la mirada. Y la mirada goza en paz sobre la ciudad remozada, violada sin furia por el simple suceder del progreso. Destaca el viejo campanario, nunca antes apreciado, y sobre él una Capilla Sixtina de nubes que es casi toda la historia de la humanidad revelándose en juego; todo el hacerse y deshacerse sin piedad de la potencia colosal de la naturaleza transformándose magnífica frente a nosotros. Ahí están todos los hombres que admiro y amo, todos muertos ya, todos presentes, envueltos en la potencia de un cielo de La Mancha. La noche es un tránsito alegre y carnavalesco entre la luz y la pura luz. De ella vienen los fogonazos. Alientan, pero no confunden. Fumamos ahora sin escondernos, pensando en dejar ya ese torpe hábito. La misma chica, que es ya también mujer. El mismo hidalgo, ahora también hombre. Conversan y se escuchan hasta que todo va siendo entre ambos un pulso estable. El tempo, andante. Todos los contrapuntos se oyen. No tratan de impresionar a nadie. Era la memoria, era la vida, era el cariño. Era verdaderamente escuchar. Eso era lo que había en el poema. Se ríen. En unos buenos altavoces, olvidado ya el soporte físico, (estará en cualuier casa, en cualquier caja, en cualquier estantería o maletero de coche) sin fetiches, a través de Youtube, otra vez el mismo disco.  Los tiempos verbales se confunden, pero no tanto. Pasado es pasado. Futuro es futuro. El presente es incierto, humilde, amoroso. Es el verano. El gran temible hermoso verano.

 
Complete & Unbelievable: The Otis Redding Dictionary of Soul (1966) 


miércoles, 4 de junio de 2014

Pim Pam Fuera


Pito, pito gorgorito

¿dónde vas tú tan bonito?

A la era de mi abuela.

Pim, Pam fuera.

Te han tocado

margaritas de madera.

Pim, Pam fuera.


jueves, 29 de mayo de 2014

Boceto para un anti-poema

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"La vida es un absurdo entre dos nadas"
Francis Bacon



Aquí estoy otra vez, solo en esta tarde sola, absurdo entre dos nadas, dispuesto firmemente a dejarme ser, a dejarme estar, mientras la duda acecha, revolotea el miedo, las emociones gritan, y simplemente, rodeado de la tarde, que se va haciendo ya noche, sentado en los sonidos del mundo que me llegan desde la calle, estoy tranquilo, y voy rechazando un pensamiento tras otro, como los pájaros que ahora observo, que cambian de dirección sin que yo lo entienda. Observo su hermoso vuelo, para mi arbitrario, y no me preocupa encontrarle un sentido. Son la tarde, son todas las tardes. No escribo hoy porque ninguna urgencia, ningún otro me posea. No necesito poner en palabras. Ni siquiera decir ven. Estoy aquí, viendo los pájaros marcharse con la tarde y lo anoto porque es bello. Por hacer otra cosa que no sea fumar mientras contemplo y aún así fumo. Constato que escribir es traer lo ausente, por memoria o por deseo, o porque siguen, se esconden, las palabras en el silencio, supongo. Porque hoy no quiero gritar socorro, ni tampoco salir corriendo hacia la vida. Por eso lo anoto, quizá, por su sencillez y su rareza, porque es lo común, como los pájaros, que escasamente miramos. Todo lo que no digo es lo que veo, lo que digo es lo que no siento.
Porque también vivir es esto: no recordar la muerte, ni el vértigo, ni el abismo, ni el amor, ni siquiera el deber de mañana o de hace un rato; estar solo en la tarde sola, absurdo entre dos nadas, como un apunte en acuarela, sin un Tú, sin un Yo, sin ninguna mayúscula, con los saberes a punto, pero sin filo; sin cortar la carne. Sin decir adiós.


lunes, 26 de mayo de 2014

Una pequeña historia

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El sábado por la noche, sin previo aviso, como suele suceder en estos casos, escribí un largo poema. No eran los Cuatro cuartetos de Eliot, pero era mío; parte de mi camino, de la memoria aún no creada de mi raza, que diría Joyce.
El sábado por la noche (era tarde ya), debía descansar, porque al día siguiente tenía que ejercer como presidente en las elecciones europeas. Había sido además un fin de semana largo, de poco sueño y mucha vida, así que una vez que el poema había llegado a un estado que me pareció suficiente (no acabado, por supuesto), lo copié para guardarlo, cerrar el ordenador e irme a dormir. En un instante, no sé que hice, pero lo perdí. Algo en mi ya muy cansada mente falló y el poema desapareció. Inmediatamente supe que era irremediable, para siempre, y mi primera tentación fue aceptarlo, cerrar el ordenador y dormirme (suelo escribir en la cama). Vaya gran lección me daba la vida, pensé. Y me sentí a gusto y orgulloso de entenderla y aceptarla tan rápidamente.
Por supuesto, lo siguiente que hice fue, por si acaso, mirar en Google como recuperar textos perdidos en el disco duro. No perdía nada por un pequeño intento. Debía dormir, pero ¿y si era fácil, y podía recuperarlo, engañando a la gran lección de la vida? Premio doble: aprendizaje y mi poema.
Por supuesto, me dieron las seis de la mañana descargándome programas que no sabía utilizar, aumentando mi anhelo, mi frustración y mi cansancio.
Dormí una hora, me duché, un café y me fui a la mesa electoral, hecho un zombie sin poema. No dejaba de pensar que no iba a poder con el día, pero había que hacerlo: fue un día precioso, tranquilo, rodeado de lo humano concreto, lejos de la arquitectura en niebla de la poesía. Mi cansancio se esfumó y no sólo pude sino que disfruté de hacer mis funciones civiles durante el día.
Por la tarde ya, cuando los votantes escaseaban, y andábamos todos remoloneando por el centro electoral, aguardando la hora del cierre para el escrutinio, me vi dulcemente tentado a recuperar de mi propia memoria, de mi disco duro, los restos del poema. Sabía que no era posible entero, pero recordaba muchos fragmentos importantes, así que pensé un título posible: fragmentos de un poema, y me puse a ello. Mientras los demás fumaban o discutían de posibles votos nulos, fui apuntando los restos en un folio. A lo mejor podría luego trabajarlo, añadir la pérdida al poema. Cambié el título mientras iba mecánicamente reproduciendo lo que recordaba: palimpsesto sobre la niebla de la memoria (muy pretencioso, habría que trabajarlo, pensé). Esta vez el escrito iba a boli, así que no podía esfumarse. Enseguida había cosas que hacer, así que, y como la primera vez, dándolo por suficiente sin estar acabado, lo guardé en el bolsillo y me puse a mis funciones.
Acabado todo, los resultados electorales no cambian nada en lo sustancial, pero tienen un tinte esperanzador. Me tomé una cerveza con amigos, comentamos todo muy rápidamente y a dormir, que ya tocaba.
Hoy lunes, hay dos poemas: uno en mi memoria, perdido para siempre; otro junto a mi cama, de mi puño y letra, que permanecerá mientras permanezca. Son el mismo y no lo son. Hay dos mundos también, el de la intimidad de la noche, y el del abrazo humano del día. Hay dos lecciones también: la aprendida en el instante en que el poema primigenio se esfumó y la aprendida en el entorno de las elecciones. Hoy una representante del poder ha dicho: “Ganamos más o ganamos menos, pero siempre ganamos”. Algunos la han tomado por tonta, pero tiene toda la razón. Siempre ganan ellos. Los poemas siempre se pierden para siempre. No lo olvido. De momento he decidido no reescribir el poema y conservar simplemente para mí esos restos. Siempre ganan ellos, pero estoy de alguna manera contento, les hemos ganado un poco. La vida sucede así, eso estaba en mi poema:
“¿qué tienen en común todas las historias de amor? Ser únicas”
Si quitamos la palabra amor, la frase sigue siendo cierta. Si lo colocamos al revés, también es cierto:
“¿qué tienen de único todas las historias? Ser comunes, iguales unas a otras”
Podría seguir escribiendo, pero lo doy por suficiente, lo sustancial está dicho. No importa si se borra o no, seguirá emergiendo y actuando.
En mi poema hablaba de que el estilo no importa. A la mierda el estilo, decía muy literariamente. Algo de eso hay.
Un fragmento daba corazón a todo lo escrito:
“Ella estaba allí. Este es el único verso de este poema”
Un verso tan sólo.
Disculpad si hay alguna errata, o errores de puntuación o de sintaxis. Me es indiferente. No pienso corregirlo. Es así. Esto no es literatura. Esto es un momento de felicitación y agradecimiento a todos los que han trabajado y siguen trabajando, a sabiendas de que todo esta perdido, por que sigamos ganando a los que siempre ganan. Lo que no vale para el amor, vale para la política.

Los Beatles siempre serán los Beatles.

Salud, compañeros.