"La vida es un absurdo entre dos nadas"
Francis Bacon
Aquí estoy otra vez, solo en esta tarde sola, absurdo entre dos nadas, dispuesto firmemente a dejarme ser, a dejarme estar, mientras la duda acecha, revolotea el miedo, las emociones gritan, y simplemente, rodeado de la tarde, que se va haciendo ya noche, sentado en los sonidos del mundo que me llegan desde la calle, estoy tranquilo, y voy rechazando un pensamiento tras otro, como los pájaros que ahora observo, que cambian de dirección sin que yo lo entienda. Observo su hermoso vuelo, para mi arbitrario, y no me preocupa encontrarle un sentido. Son la tarde, son todas las tardes. No escribo hoy porque ninguna urgencia, ningún otro me posea. No necesito poner en palabras. Ni siquiera decir ven. Estoy aquí, viendo los pájaros marcharse con la tarde y lo anoto porque es bello. Por hacer otra cosa que no sea fumar mientras contemplo y aún así fumo. Constato que escribir es traer lo ausente, por memoria o por deseo, o porque siguen, se esconden, las palabras en el silencio, supongo. Porque hoy no quiero gritar socorro, ni tampoco salir corriendo hacia la vida. Por eso lo anoto, quizá, por su sencillez y su rareza, porque es lo común, como los pájaros, que escasamente miramos. Todo lo que no digo es lo que veo, lo que digo es lo que no siento.
Porque también vivir es esto: no recordar la muerte, ni el
vértigo, ni el abismo, ni el amor, ni siquiera el deber de mañana o de hace un
rato; estar solo en la tarde sola, absurdo entre dos nadas, como un apunte en
acuarela, sin un Tú, sin un Yo, sin ninguna mayúscula, con los saberes a punto,
pero sin filo; sin cortar la carne. Sin decir adiós.
Me encanta precisamente por su sencillez. Porque adoro lo natural, lo ingenuo, lo sincero y lo espontáneo. La verdad, mi verdad, la que puedo ver por momentos en la gente que se cruza en mi camino o yo en el suyo y me gusta. Los pájaros, su vuelo, la tarde sola, sólo una tarde, sin pretensiones. Belleza, aunque fumes.
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