miércoles, 28 de mayo de 2008

lotte lenya


La oí cantar un día de lluvia, desde el casette de un coche, por debajo de la voz entusiasmada del conductor. No sabía donde iba él, ni de donde había surgido ella. Luego me he enterado que era la mujer de kurt weill, el amigo compositor de brecht, quizá su artífice. Tambien actriz en películas de James Bond. Merece la pena investigarla. En nuestras ciudades debería haber bibliotecas. Hubiera querido poner aquí algún fragmento de Die Sieben Totsunden. No lo he encontrado.

opiáceos

La forma espesa, casi untuosa, en que la calma se extiende por el cuerpo cuando viene de la mano del humo, de la pastilla recetada, no sé si de la aguja...
La manera lívida en que el ánimo se recoge como en una alegría, que lejos de la euforia, quiere quedarse uno para sí... A salvo de los miedos en unas imprecisas fronteras de tiempo.
Hasta que dure la dosis, quizá.
O imaginando de nuevo haber encontrado un centro desde donde la moral, el valor, el deseo, el gusto... te abran de nuevo el camino.
El sabor de la droga es el sabor del reencuentro, siempre de nuevo, en un rincón de tí. Lo que parecía perdido, apagado, insuficiente.
Veo personajes decadentes en la película Before the Devil Knows You're Dead (2007) y de repente me viene el recuerdo de los... como emplastos para la fiebre de la amargura que son las sustancias.
...el calor con la intimidad de uno
...el tiempo que pierde urgencia
...veo personajes que miran Nueva York por la ventana, esa distancia siempre.

Yonquis de lujo en una película de perdedores (dialéctica americana, que ya ha perdido su carga semántica, su extranjerismo; es banal). Claroscuros de fotografía no nostálgica. Se agradece.

El otro día mientras me afeitaba pensé /pensaba en el fin del mundo. Oía ciclones, presidentes, guerras, fin del combustible, fin de la atmósfera, el banco mundial. Obama presidente, ya se sabe, el papa negro. Quizá no pensar nunca en el apocalipsis sea un síntoma de locura, como lo sería pensarlo a todas horas.
Pensé en sacar el vioín y ponerme a tocar, como los músicos del Titanic. (da grima un poco este asunto despues de Cameron). Me imaginé el planeta yéndose a la mierda y todos interpretando. Algo de Bach, supongo. Gavin Bryars hizo algo con todo esto, me parece.
Quizá ya se ha pasado el tiempo de los opiáceos.
Se está acabando.
Hay que empezar a aprender a tocar el violoncello. Yo no lo demoraría.

Ellos ya han empezado. Aún no se han percatado de que el piano es prescindible. Ya lo harán. Saludos.

lunes, 19 de mayo de 2008

el silencio

Pretendía inaugurar este blog, con una reflexión sobre el silencio en la música, a partir de Debussy. Sin embargo, mientras buscaba un video que ilustrara el punto de partida, he encontrado otra cosa, este poco edificante retazo de realidad. Pertenece a una serie, toda ella en calzoncillos, en la que, en ese garaje acondicionado ad hoc, este hombre de mirada torva ( a mi me inquieta el grosor y posición de sus cejas), hace debussys como otros hacen bricolaje. Aunque sin duda me hace reir, me perturba más allá del chiste. Despierta mi admiración por su desvergúenza. ¿Encarna un ideal?. ¿Es esta la respuesta al envaramiento calcificado del mundo? ¿Es el moderno ermitaño? ¿Llegaría a pagar yo por ver esto? Frente al silencio, la mudez. Saludos de bienvenida.