jueves, 5 de junio de 2008

poema de otro tiempo sacado de por ahí

tras un atardecer con sexo (escritura automática)

"En el momento en que la gracia adquiere demasiada importancia, el estilo deja de ser una sistema de expresión o de comunicación"


Charles Rosen

Soy dos hombres. Llueve y los primeros mosquitos empiezan a picar. Queda en la habitación algo de ese aire francés que ha sonado en el tocadiscos. Fauré, la suite Dolly para cuatro manos. Nos hemos ido entonces, abandonando la música, a la cama. Ahora está la tele con una de sus series anxiolíticas, mientras como macarrones recalentados del mediodía y pienso que soy dos hombres cuando me pienso. Quisiera el orden apacible de los días ingleses, y me agarro al deseo de las noches de aquí: secas, desiertas. Noches en vela de estudio o noches de fiesta, de gente, de borracheras. Son la misma noche estructuralista y antigua. Noche que es una alargar la posibilidad de ser o de no ser, la más hamletiana de las noches soy. Soy dos hombres, no como las tías cachondas, mandy de día mandy de noche ( o sí?) que había en las películas de videoclub. Soy dos hombres mezclados, como siameses deformes, trabados. No una cosa bien separada con su luz y su sombra, con su zona pura y su zona fangosa. Soy un palimpsesto maldito (ojalá), que no puede hacerse viejo (ojalá), porque no puede quedar en una zona egregia entresacándose de lo cotidiano (¿puede?) (no puede), de lo vulgar, del trabajo. Cuando me pienso soy dos hombres ojalá soy dos hombres cuando me pienso.

miércoles, 28 de mayo de 2008

lotte lenya


La oí cantar un día de lluvia, desde el casette de un coche, por debajo de la voz entusiasmada del conductor. No sabía donde iba él, ni de donde había surgido ella. Luego me he enterado que era la mujer de kurt weill, el amigo compositor de brecht, quizá su artífice. Tambien actriz en películas de James Bond. Merece la pena investigarla. En nuestras ciudades debería haber bibliotecas. Hubiera querido poner aquí algún fragmento de Die Sieben Totsunden. No lo he encontrado.

opiáceos

La forma espesa, casi untuosa, en que la calma se extiende por el cuerpo cuando viene de la mano del humo, de la pastilla recetada, no sé si de la aguja...
La manera lívida en que el ánimo se recoge como en una alegría, que lejos de la euforia, quiere quedarse uno para sí... A salvo de los miedos en unas imprecisas fronteras de tiempo.
Hasta que dure la dosis, quizá.
O imaginando de nuevo haber encontrado un centro desde donde la moral, el valor, el deseo, el gusto... te abran de nuevo el camino.
El sabor de la droga es el sabor del reencuentro, siempre de nuevo, en un rincón de tí. Lo que parecía perdido, apagado, insuficiente.
Veo personajes decadentes en la película Before the Devil Knows You're Dead (2007) y de repente me viene el recuerdo de los... como emplastos para la fiebre de la amargura que son las sustancias.
...el calor con la intimidad de uno
...el tiempo que pierde urgencia
...veo personajes que miran Nueva York por la ventana, esa distancia siempre.

Yonquis de lujo en una película de perdedores (dialéctica americana, que ya ha perdido su carga semántica, su extranjerismo; es banal). Claroscuros de fotografía no nostálgica. Se agradece.

El otro día mientras me afeitaba pensé /pensaba en el fin del mundo. Oía ciclones, presidentes, guerras, fin del combustible, fin de la atmósfera, el banco mundial. Obama presidente, ya se sabe, el papa negro. Quizá no pensar nunca en el apocalipsis sea un síntoma de locura, como lo sería pensarlo a todas horas.
Pensé en sacar el vioín y ponerme a tocar, como los músicos del Titanic. (da grima un poco este asunto despues de Cameron). Me imaginé el planeta yéndose a la mierda y todos interpretando. Algo de Bach, supongo. Gavin Bryars hizo algo con todo esto, me parece.
Quizá ya se ha pasado el tiempo de los opiáceos.
Se está acabando.
Hay que empezar a aprender a tocar el violoncello. Yo no lo demoraría.

Ellos ya han empezado. Aún no se han percatado de que el piano es prescindible. Ya lo harán. Saludos.

lunes, 19 de mayo de 2008

el silencio

Pretendía inaugurar este blog, con una reflexión sobre el silencio en la música, a partir de Debussy. Sin embargo, mientras buscaba un video que ilustrara el punto de partida, he encontrado otra cosa, este poco edificante retazo de realidad. Pertenece a una serie, toda ella en calzoncillos, en la que, en ese garaje acondicionado ad hoc, este hombre de mirada torva ( a mi me inquieta el grosor y posición de sus cejas), hace debussys como otros hacen bricolaje. Aunque sin duda me hace reir, me perturba más allá del chiste. Despierta mi admiración por su desvergúenza. ¿Encarna un ideal?. ¿Es esta la respuesta al envaramiento calcificado del mundo? ¿Es el moderno ermitaño? ¿Llegaría a pagar yo por ver esto? Frente al silencio, la mudez. Saludos de bienvenida.