jueves, 5 de junio de 2008

poema de otro tiempo sacado de por ahí

tras un atardecer con sexo (escritura automática)

"En el momento en que la gracia adquiere demasiada importancia, el estilo deja de ser una sistema de expresión o de comunicación"


Charles Rosen

Soy dos hombres. Llueve y los primeros mosquitos empiezan a picar. Queda en la habitación algo de ese aire francés que ha sonado en el tocadiscos. Fauré, la suite Dolly para cuatro manos. Nos hemos ido entonces, abandonando la música, a la cama. Ahora está la tele con una de sus series anxiolíticas, mientras como macarrones recalentados del mediodía y pienso que soy dos hombres cuando me pienso. Quisiera el orden apacible de los días ingleses, y me agarro al deseo de las noches de aquí: secas, desiertas. Noches en vela de estudio o noches de fiesta, de gente, de borracheras. Son la misma noche estructuralista y antigua. Noche que es una alargar la posibilidad de ser o de no ser, la más hamletiana de las noches soy. Soy dos hombres, no como las tías cachondas, mandy de día mandy de noche ( o sí?) que había en las películas de videoclub. Soy dos hombres mezclados, como siameses deformes, trabados. No una cosa bien separada con su luz y su sombra, con su zona pura y su zona fangosa. Soy un palimpsesto maldito (ojalá), que no puede hacerse viejo (ojalá), porque no puede quedar en una zona egregia entresacándose de lo cotidiano (¿puede?) (no puede), de lo vulgar, del trabajo. Cuando me pienso soy dos hombres ojalá soy dos hombres cuando me pienso.