Sucede en los días posteriores a una buena borrachera, como si fuera esta una tormenta, que sobreviene al espíritu una calma difícil de alcanzar en lo cotidiano. Será por el mero efecto sedante del tóxico, será por la liberación de pasiones inhibidas, será, será... el caso es que no encuentro días más propicios para la atención, sea ésta activa, sea para la creación; sea ésta contemplativa, sea para relacionarse y conversar.
Sucede en los días posteriores a una buena borrachera, como si fuera esta una contienda furiosa, que se levanta uno aún descompuesto, malherido, con el rostro maltrecho por la lucha contra la noche. Pero basta un café, una ducha, un algo de tiempo, y las más de las veces unas buenas evacuaciones fisiológicas, para que la calma se aparezca como por ensalmo, y la untuosidad no grasienta del día, su bálsamo dulce, nos invada como si fueramos olas.
En esos días he tocado el piano con delectación, pudiendo vencer las resistencias de mi propia cabezonería y ser uno con la pieza hasta trabajarla, moldearla, darle cuerpo.
En esos días, en el Mediterráneo, si la resaca es veraniega, un buen baño en la playa y un arroz, ayudan a templar el espíritu.
En esos días, la vida es como la prosa de un párrafo que se extiende y se extiende, no con la angustia de lo infinito, sino con su continuo discurrir como relato que tiene sentido.
En esos días he leído, con placer, y algo de disgusto, El malogrado, de Thomas Bernhard, cuyas figuras principales son el narrador, un amigo recientemente suicidado llamado Wertheimer y Glenn Gould. Solo tres
puntos y aparte contiene la obra, los tres en la primera página, y ya doscientas y pico
páginas hasta el punto final, esperanzador, o al menos confortante,
después de sostener el discurso de la incomodidad durante toda la
novela. Por ejemplo:
"...Ni
una sola nota tocó Glenn jamás sin cantarla al mismo tiempo, pensé,
ningún otro pianista tuvo esa costumbre jamás. Él hablaba de su
enfermedad pulmonar como si fuera su segundo arte. Que habíamos tenido
al mismo tiempo la misma enfermedad y la habíamos tenido luego siempre,
pensé, y a fin de cuentas Wertheimer contrajo esa enfermedad nuestra.
Pero glenn no pereció por esa enfermedad pulmonar, pensé. Lo mató la
falta de soluciones en la que, durante casi cincuenta años, se metió tocando,
pensé. No renunció al piano, pensé, como es natural, mientras que
Wertheimer y yo renunciamos al piano, porque no lo convertimos en la
misma monstruosidad que Glenn, que no salió ya de esa monstruosidad, y
que tampoco quiso en absoluto salir de esa monstruosidad. Wertheimer
hizo que subastaran su piano de cola Bösendorfer en el Dorotheum; yo
regalé un día mi Steinway a una niña de nueve años, hija de un maestro
de de Neukirchen, junto a Altmünster, para que ese piano no me
atormentase más. La hija del maestro echó a perder mi Steinway en el
plazo más breve, y a mí el hecho no me dolió, al contrario, observé
aquella destrucción estúpida con perverso placer. Wertheimer, según
decía el mismo una y otra vez, había penetrado en la ciencia del espíritu, y yo había iniciado mi proceso de atrofia. Sin la música, que de la noche a la mañana no pude soportar ya, me atrofié, sin la música práctica, la teórica había tenido sólo en mí, desde el principio, un efecto devastador..."
Y aquí enlazamos con la resaca, de nuevo, que es como esa prosa decía, que no acaba, que enlaza una idea con otra: que es un día donde uno tiene la sensación de entender, de que el pensamiento no se atasca.
Todo en la resaca es un fluir presente, pasado futuro sin interrupción. Los colores de la tarde cuando cae, el placer de los cigarrillos, que anoche eran demasiados y hoy son siempre justos, ese tiempo que parece aparecer para dejarte leer toda esa pila de libros pendientes, los lomos atrayentes de los libros de arte, la carne atrayente de las mujeres, su belleza.. Todo promete y las elecciones son menos dolorosas que en un día cotidiano. porque en este día río tambien hay que dejar pasar. Y ese es su único dolor, la conciencia de la falta, de lo inabarcable, el saber obligatoria de la pérdida.
Lanzemos algo
Ohhhh, gracias por pasarme tu blog, y gracias a mí por elegir esta entrada como la primera, (ya sabes el primer beso).
ResponderEliminarMe fascinan las variaciones y me fascina Chris en mi serie favorita de todos los tiempos Northern Exposure. Sigue escribiendo, no lo dejes.