"En mis tierras me estoy, y desde mis últimas desventuras no he permanecido, juntándolos todos, ni veinte días en Florencia… Me levanto con el sol y me voy al bosque mío que están talando, donde paso dos horas, inspeccionando los trabajos del día anterior y conversando con los leñadores, que siempre tienen algún pleito entre ellos o con sus vecinos…
Y dejando el bosque, me dirijo a una
fuente, y de allí al sitio donde dispongo mis trampas para cazar
pájaros, con un libro bajo el brazo: Dante, Petrarca, o uno
de los poetas menores, como Tibulo u Ovidio. Leo de sus amores y
pasiones que, al recordarme las mías, me entretienen sabrosamente en
este pensamiento. Tomo luego el camino de la hostería, donde hablo con
los pasajeros y les pido noticias de sus lugares, con lo que oigo
diversas cosas y noto los varios gustos y humores de los hombres. Llega
en esto la hora del yantar, en el que consumo con mi familia los
alimentos que puede dar esta pobre tierra y mi menguado patrimonio.
Después de haber comido, vuelvo a la hostería, donde con el posadero
están, por lo común, un carnicero, un molinero y dos panaderos. Con
ellos me encanallo jugando a los naipes o a las damas, de lo que nacen
mil disputas e infinitas ofensas y palabras injuriosas, y lo más a
menudo se combate por un centavo, y hay veces que desde San Casciano se
nos oye gritar. Y en esta piojería he de zambullirme para que no acabe
de enmohecérseme el cerebro, y para desahogar esta malignidad de mi
suerte…
Al caer la noche, vuelvo a casa y
entro en mi estudio, en cuyo umbral me despojo de aquel traje de la
jornada, lleno de lodo y lamparones , para vestirme ropas de corte real y
pontificia; y así ataviado honorablemente, entro en las cortes antiguas
de los hombres de la antigüedad. Recibido de ellos amorosamente, me
nutro de aquel alimento que es privativamente mío, y para el cual nací.
En esta compañía, no me avergüenzo de hablar con ellos, interrogándolos
sobre los móviles de sus acciones, y ellos, con toda humanidad, me
responden. Y por cuatro horas no siento el menor hastío; olvido todos
mis cuidados, no temo la pobreza ni me espanta la muerte: a tal punto me
siento transportado a ellos todo yo – tutto mi trasferisco in loro -. Y
guiándome por lo que dice Dante, sobre que no puede haber ciencia si no
retenemos lo que aprendemos, he puesto por escrito lo que su
conversación he apreciado como lo más esencial, y compuesto un opúsculo
De Principatibus, en el que profundizo hasta donde puedo los problemas
de este tema: qué es la soberania, cuántas especies hay, y cómo se
adquiere, se conserva y se pierde”.
Nicolás Maquiavelo a Francesco Vettori
Diciembre 1513
Qué ilustrativo que es, muy bueno
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